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Hernán Gana

El trabajo de Hernán Gana siempre ha tenido un pie en la contingencia. Y eso es exactamente lo que se puede ver en Déficit, la exposición que inauguró hace un par de semanas en la Galería Animal. Sobre su trabajo y la vida en pandemia, conversamos en esta entrevista. 

Por. Valentina de Aguirre

Hernán Gana cuenta que el año pasado, cuando empezó la pandemia, se instaló en la terraza de su casa a pintar. En pleno otoño, la única limitante era la luz natural. Pero mientras el invierno fue avanzando y tuvo que mover el taller al interior, “la cosa se complicó harto más”, dice. Fue así como pasó de pintar en el pasillo de la entrada de su casa, con el desorden contenido al mínimo, a construir un taller, que finalmente estuvo listo en noviembre. “Este año lo he aprovechado mucho”.

Eso sí, dice que no renuncia a su taller en El Matico, que comparte con otros amigos artistas: “Ahí se produce el encuentro y las conversaciones y discusiones en torno al arte, la amistad y la vida en general”.

Y hace poco menos de un mes inauguró Déficit, en la Galería Animal, que estará abierta hasta el 21 de agosto. La exposición surgió a partir de una recopilación de obras desarrolladas bajo un diálogo libre y creativo entre los procesos del artista y el entorno, donde las problemáticas son tan diversas y cargadas de sentido, como los caminos trazados por Hernán Gana.

Sobre su trabajo, que siempre ha tenido un pie en la contingencia, y sobre su vida durante la pandemia, conversamos en esta entrevista.


Estudiaste arquitectura primero y luego pintura en NY. ¿Cómo fue ese paso?

La verdad es que siempre estuve pintando mientras estudiaba arquitectura, de hecho hice cuatro exposiciones individuales y otro resto de exposiciones colectivas antes de recibirme de arquitecto. Mis padres fueron muy sabios al convencerme sobre el estudio de arquitectura, mostrándomela como una carrera madre de las bellas artes y que me permitiría hacer otras cosas en torno a ésta. Mi papá murió meses antes de que me recibiera de arquitecto y la promesa ya estaba hecha.

Después de dar mi proyecto de título, agarré mis cosas y me fui a vivir a Nueva York a pintar y eventualmente a estudiar algo, ahí donde todo el arte estaba pasando, con esa impulsividad de la juventud de querer ser un artista en Nueva York… Como pasaba en las películas.

¿Cómo se ve tu ser arquitecto en tu obra? ¿Queda algo de esa formación?

Totalmente. Subyacentemente pinto arquitectura, mi pintura es sobre el espacio. El lugar, la naturaleza, el cambio climático, la ciudad y nuestro entorno como escenografía del habitar humano, con sus problemas y bondades, sus conflictos sociales y urbanos. Al final, el espacio de nuestras vidas. Muy pocas veces he pintado figura humana, más bien pinto la presencia del hombre, sobre sus actos en el lugar, pero sin él estando presente.

He pintado paisajes naturales, y cómo algunos han ido evolucionando mientras avanza la ciudad, el cambio climático, a través de inundaciones e incendios. He pintado fachadas de edificios, con cada uno de sus departamentos describiendo al habitante que podría vivir ahí. También he pintado carreteras, como un sistema sanguíneo que da vida a un cuerpo que es la ciudad, siendo nosotros las células que lo conformamos, habitamos, construimos y devastamos.

Llevamos más de un año viviendo la pandemia, ¿cómo ha sido crear en cuarentena?

Yo creo que, como a muchos les habrá pasado, ha sido un tiempo de reflexión, del cómo vivimos, de nuestros tiempos apurados, del habitar en el interior y no hablo de solo físicamente, sino también del interior de la persona, de cómo nos relacionamos con los demás, la necesidad de esta relación, en mi caso, para una vida plena.

En tu obra siempre ha estado muy presente la contingencia, he leído que te defines como un paisajista social contemporáneo: ¿la pandemia ha llegado a tu obra?

La pandemia le dio un nuevo significado a la serie Sociedad anónima que trataba estas fachadas de edificios habitacionales, con la descripción de sus habitantes según las características de su departamento. Volví a pintar sobre eso, quizás con una mirada distinta. Con títulos como “positivos” y conceptos como el encierro y la convivencia, que tomaban un nuevo carácter psicológico preponderante en el modelo que estamos viviendo.

Para el estallido social pinté algunos cuadros sobre la ciudad, espacios urbanos residuales, con un aire de abandono, de odio y el fuego presente, la destrucción como lenguaje de la lucha por una justicia social. Ahora estoy haciendo una serie sobre los atentados en la Araucanía, tomando como modelo las imágenes que aparecen casi a diario en la prensa, viendo cómo la imagen del pueblo mapuche está siendo utilizada y manipulada por el narcotráfico y el terrorismo con la excusa de reivindicaciones ancestrales.

¿Qué cosas te inspiran?

Es difícil a esta altura tratar el tema de “la inspiración”, me inspira mucho estar en la naturaleza, andando en bicicleta o caminando por la ciudad, pero al mismo tiempo me pueden inspirar las noticias y la contingencia diaria, entonces el concepto de inspiración es relativo, yo hablaría de alimentación temática externa. Hay muchas frases relamidas en torno a la inspiración, pero la que más me gusta es la que dice algo así como: “No creo en la inspiración, pero si llega, que me encuentre trabajando en el taller”.

¿Cómo ha evolucionado tu obra en los últimos años?

Creo que mi obra ha ido… No sé si evolucionando o simplemente cambiando, ha sido de acuerdo a mis intereses tanto temáticos como plásticos. Me pasa que después de un tiempo pintando algo de una misma serie me empiezo a aburrir, por lo que empiezo una inconsciente etapa de exploración que generalmente coincide con un interés por un tema que se me detona desde el exterior.

Por eso, como te decía anteriormente, he pasado por muchos temas que tienen en común el espacio. Me gusta más hablar de espacio que de paisaje.

 

Tu obra ha sido enmarcada dentro del realismo figurativo, ¿cómo definirías tu trabajo?

Efectivamente mi pintura tiende a la figuración y trato de plasmar nuestra realidad, bajo diversos puntos de vista. Técnicamente me gusta la pintura académica, ocupo materiales tradicionales como el óleo, el acrílico y también pintura spray, que se ocupa en la realización de grafitis, que podría decirse que es parte de una nueva academia. Lo paradójico es que yo partí pintando más bien abstracto y con el tiempo me fui encantando con la figuración, el realismo y su método.

Al final mi trabajo va detrás de una temática y sobre ésta decido qué técnica y materiales son los necesarios para plasmarla. En el pasado también ocupé mucho collage, transferencia de imágenes y serigrafía, y hasta el día de hoy lo hago dependiendo del tema.

¿En qué estás trabajando ahora?

Tengo una exposición pendiente en la galería Animal que se inauguraba el 21 de octubre de 2019… Te imaginas que ha estado complicado desde ahí montarla, pero ha servido para “curarla” un poco más. A fin de año tengo otra exposición bi personal con Diego Romo en la galería Factoría Santa Rosa. Después de eso se supone que vamos a las ferias en Estados Unidos y algunas otras cosas más.

¿Cómo te ves en 10 años más?

Espero estar en lo mismo. Creo que no he hecho mi mejor obra todavía, mi madurez artística ha sido más tardía por lo que te explicaba antes respecto a mi formación de arquitecto. La vida del artista puede ser muy reconfortante si es que se pueden sacar adelante las frustraciones propias de esta pega: crisis creativas, técnicas, temáticas.

Si todo sigue más o menos igual, puedo ser una de las personas más felices de este mundo.

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